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MANUAL DE MANIPULACIÓN POPULISTA

El presente Manual de Manipulación Populista ha sido elaborado para instruir a aquellos ideólogos que deseen potenciar una causa con gran número de acólitos. No se trata de un tratado político a la usanza, sino más bien de un compendio de instrucciones para lograr el éxito en la creación de un frente ideológico desde el que ganarse el favor mayoritario de la sociedad.

El primer elemento que sacrificaremos en nuestro método es la verdad. Es decir, no contemplamos ni remotamente la posibilidad de ver la necesidad de alinear nuestras premisas con la verdad en sí. Lo cierto es que este hecho deberá ocultarse, por una simple cuestión de sentido común, haciendo ver al exterior que siempre nos guía el afán de verdad o de justicia.

Justicia y verdad serán los ingredientes que, hábilmente manipulados, nos auparán al éxito, logrando inocular el discurso en las mentes y en los pechos inflamados de las buenas gentes. El agravio será empleado como casus belli para legitimar la acción más polémica de nuestro ideario.

Ante todo, debemos tener en cuenta que nuestra ideología, para crecer y tener éxito, lo deberá hacer a costa de alguna ya vigente. En ese sentido, lo primero que hay que hacer es desacreditar y aplicar un marcado distanciamiento o antagonismo con la ideología vigente. Resulta esencial demarcar bien esa línea maestra en nuestra estrategia de socavamiento de la ideología que queramos suplantar.

Ahora bien, la intención última debe permanecer oculta al exterior. Debe parecer que la ideología que armamos aparece como un movimiento espontáneo, que brota del malestar de la gente de la calle. A su vez, la ideología que queramos suplantar, debe figurar como la fuente de una intencionalidad opresora y dominante, ajena al sentir de la mayoría del pueblo.

Es muy aconsejable aprovechar las torpezas o deficiencias puntuales de los representantes de nuestra ideología rival para nuestra causa, que acabará reforzada o refrendada, de cara al exterior.

La libertad de expresión debe estirarse siempre a nuestro favor, transformándola en libertad para faltar al respeto, haciéndonos los ofendidos si se descubriese o hiciera pública nuestra intención, apelando al inalienable derecho al honor.

Una vez abierta una brecha en la ideología dominante, hay que dedicar todos los esfuerzos mediante la adecuada articulación de un aparato propagandístico a ganar la lucha por la imagen, explotando el victimismo y señalando el origen indirecto de todos los males, que deben fidelizar a nuestros acólitos, creando una aparente conciencia común, que deberá ser reforzada con eslóganes incisivos y repetitivos hasta obtener una respuesta, como un resorte, a cada noticia fraguada por el aparato de propaganda.

Esto será moneda de uso común, sumando para la causa, a cada vez, más adeptos. La manipulación se hará efectiva cuando cada consumidor de nuestro aparato central de propaganda se crea un embajador de la paz, cuando en realidad toda nuestra doctrina se cimentará en la aplicación sistemática de una cultura del odio. El resentimiento inocente, la identificación como víctima impotente, serán las palancas para aglutinar bajo una misma bandera todas las frustraciones, ofreciendo como solución única la acogida bajo el brazo protector de nuestra ideología libertadora y reivindicativa.

Si hemos seguido al pie de la letra, y con la sutileza y el tacto adecuados, estas instrucciones, nos hallaremos probablemente en un escenario de confrontación social. Con la salvedad de que nuestros oponentes de la ideología cuestionada se sentirán en inferioridad moral y aislados, presos de las imágenes falsas proyectadas sobre sus valores y símbolos, además de la rápida instrumentalización de cualquier noticia en contra, en nuestro provecho. Esto provocará una reacción torpe y desproporcionada que nuevamente jugará a nuestro favor, ahondando la fractura social, legitimando nuestra causa.

Una vez socavados los pilares, bastará una simple racha de viento para derribar el edificio, dejando vía libre para reclamar nuestro nuevo puesto de privilegio como ideología dominante.