Mis inquietudes señalan en varias direcciones. La primera interrogante es la que concierne a la credibilidad que me merece mi existencia. Si esta existencia contiene un grado de teleología o diseño evidente, o bien es fruto casual de una serie de accidentes o de complejos mecanismos, que producen en última instancia la pluralidad de elementos de nuestro mundo.
La posible respuesta a esta cuestión abre dos puertas auto-excluyentes. La primera puerta hace referencia a la afirmación de que, efectivamente el mundo responde a un plan, cuya finalidad escapa al entendimiento del ser humano, y que tan solo desde la sospecha y la desconfianza, usando nuestro desasosiego, podemos tomar un punto de vista crítico que nos permita profundizar en el abismo de nuestra propia ignorancia. La otra puerta, en cambio, nos abre un espacio de credibilidad y una posibilidad de comprensión genuina de un mundo natural, un cosmos, que no responde necesariamente a las prerrogativas de ningún diseño elaborado, ni de voluntad alguna.
A la tesis del diseño la denominaré A, y la tesis naturalista la denominaré B. Aunque entre A y B, podríamos encontrar una intersección C. Una puerta oculta que nos conduce al término de mecanismo justificante. Este término, haría referencia a todos aquellos mecanismos automáticos, o automatismos que servirían de coartada para un diseño encubierto, en ese sentido existiría una amplía gama de estos mecanismos dando sentido o justificando de forma necesaria nuestro mundo natural.
La apuesta de la ciencia es la tesis B con todas sus consecuencias. Y es precisamente el mecanismo justificante, traducido en patrones y regularidades, el que le otorga la posibilidad del éxito predictivo como la mayor baza para otorgar fiabilidad a nuestro conocimiento del mundo.
Este mecanicismo o mecanismo justificante adquiere notables ejemplos que pertrechan la fortaleza del escepticismo. En concreto, podemos hablar del mecanismo de selección natural que actúa de forma ciega, dando origen a la multitud de especies que pueblan nuestro planeta. Este hecho es un argumento fuerte para respaldar B. Además, dicho mecanismo de selección natural se opone de forma algo miope al creacionismo o al diseño en el sentido de negar la necesidad de cualquier enfoque teleológico o intervención artificial en el proceso evolutivo. Y si, en sentido estricto, no carecería de razón siempre enfrentándonos al problema desde la dicotomía entre la tesis A y la tesis B, pero recordemos nuestra puerta oculta, C.
Alguien podría sostener que trato de colar A como C, y ganar la partida de forma algo turbia. Pero nada más lejos de la realidad. En verdad pretendo aportar argumentos que ayuden a clarificar o discernir estas cuestiones.
La construcción de mundos con su orografía o sus especies es posible en juegos de ordenador sofisticados, donde se aporta unas instrucciones maestras a partir de las cuales la computadora desarrolla una variedad innumerable de objetos dentro de dicho mundo. Es decir, que desde nuestro enfoque existiría una intervención o diseño inteligente previo, y después unas pautas mecánicas con una alta carga de aleatoriedad de tal forma que su resultado no produciría en cada ejecución dos mundos iguales. Así que si preguntásemos si A o B, la respuesta debería ser una intersección C. Con un matiz interesante ya que hemos introducido la noción de inteligencia, como propiedad vinculada al diseñador o diseñadores. Sin embargo, al mecanismo justificante, ciego, no podemos atribuirle inteligencia como propiedad inherente, sin embargo, el resultado de dicho mecanismo si apunta o sugiere una lógica, que finalmente captamos como sujetos inteligentes pero que atribuimos no a un Dios, sino a la madre naturaleza.